no hay cruce de anónimos en el ascensor
el ruído estridente del camión del vidrio resuena en la calle
la calle, siempre poblada de ex-pasajeros de tren, está vacía
dueño y perro vuelven de su paseo
el semáforo está en rojo
los pensionistas ya pueblan el bar de paso
el coche gris abandona su cochera.
Es extraño como estamos tan sumamente programados,
un minuto y las sensaciones de un tramo cotidiano casa-estación
parecen pertenecer a otra persona.
Un minuto más.
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